
En julio de 2012 terminé mi carrera y pasé a ser licenciado en Filología Clásica. El curso siguiente me matriculé en el conocido como MAES, el máster que te habilita para ser profesor de secundaria en institutos públicos y te da un plus para los privados y concertados. Quiero ser funcionario: enseñar latín y griego a los irreductibles alumnos que siguen apostando por las Clásicas, tener mi sueldo seguro, tener mis horarios y vacaciones más o menos estables.
A mediados de curso, sobre enero o febrero, salieron las plazas convocadas para las oposiciones del año siguiente: 0. CERO. En toda España. No habría oposiciones a profesor de Latín o Griego (o Cultura Clásica) en ninguna comunidad autónoma. Pensé que no pasaba nada: así tendría más tiempo para preparar las oposiciones. Terminé mi máster.

El curso siguiente me matriculé en el grado de Estudios Ingleses. Dicen los que entienden que Tucídides fue el primer historiador que distinguió entre la causa verdadera y el pretexto. Mi pretexto para empezar estos estudios era ampliar mis conocimientos, obtener más puntos para las oposiciones, tener algo productivo que hacer a la par que preparaba las oposiciones. ¿La causa verdadera? Irme de Erasmus.
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Preparándome para irme de Erasmus
Sobre diciembre salió la convocatoria Erasmus para el curso siguiente. Como había conseguido convalidar 72 créditos nada más comenzar la carrera, cumplía ya los requisitos para poder solicitar la beca.
Dudé: ¿tendría la poca vergüenza de irme de Erasmus con 27 años? Lo comenté con mi padre: que podía ser buena idea irme de Erasmus, ya que no me había ido durante la licenciatura; que podía estar bien hacer algo distinto en esta época de incertidumbre.
Le dije que quería ir a Polonia. Podía elegir Cracovia, Varsovia y otras ciudades polacas.
Me dijo mi padre que no era mala idea, pero que, ya que también podía elegir Grecia, debería ir allí, que «es lo mío», que era buena idea aprender griego moderno. Asentí, no muy convencido. Puse como primer destino Tesalónica y, en todas las siguientes opciones, distintas ciudades polacas encabezadas por Cracovia. Semanas más tarde salieron los resultados: estaba aceptado en Grecia.
Una difícil decisión… ¿o no?
Acabó el curso y estaba un día como otro cualquiera comiendo con mi padre, sobreviviendo en la asquerosamente calurosa Sevilla estival. Me quejaba de cómo la universidad me había abandonado.
Que yo no me había ido de Erasmus durante la licenciatura porque un profesor me había dicho que me dejara de Erasmus y leches, que me centrara en sacar buenas notas para quedarme en la universidad. Al final para nada.
Que qué injusta era la vida, que muchos otros tenían su plaza en un instituto, que consiguieron durante la época de vacas gordas sin apenas esfuerzo. Que, después de haberme hartado de estudiar y sacar buenas notas, yo no tenía nada.
Cosas de la vida, unos días después recibí un correo de una antigua profesora, de la cual había sido alumno interno. Me preguntaba por mi teléfono, que quería hablar conmigo. Durante la llamada, me explicó un nuevo proyecto que iba a empezar y sobre la posibilidad de que yo solicitara una beca FPI (Formación de Personal Investigador). Que yo era la primera persona con la que se ponía en contacto al respecto.
Más de 1000 euros mensuales durante cuatro años, tras los cuales se suponía que sería doctor y quizá parte de la universidad.
Que me lo pensaría.
Colgué, asustado.
Se lo comenté a mi padre. Me dijo que era justo lo que estaba esperando; que llamara a la profesora cuanto antes para confirmar mi interés.
Pero yo sentía que algo estaba mal. ¿Qué problema tenía? Me estaban asegurando un sueldo de más de 1000 euros netos durante cuatro años. Sería doctor. Quizá pasaría a formar parte definitivamente del departamento.
Me pasé varios días pensándolo con un nudo constante en el estómago. Por un lado tenía todo lo que se supone que debía querer, pero por otro lado sentía que estaba a punto de vender mi alma al diablo. Concretamente al precio de algo más de 1000 euros mensuales durante cuatro años. Estaba a punto de vender mis sueños por unos 50 000 euros.
Dicho de otra forma: iba a rechazar 50 000 euros a cambio de la libertad, por ejemplo para irme de Erasmus; para no pasar el resto de mi vida anclado a Sevilla.
Como cuando dejé el conservatorio y un año más tarde mi primera carrera, le di un disgusto más a mi padre, tras lo cual le escribí a la profesora para rechazar cualquier posibilidad.
Acababa de suicidarme académicamente.
Pobre pero con mi alma, me fui de Erasmus en septiembre de 2014. Después de haber rechazado más de 50 000 euros, más me valía hacer algo provechoso con esta libertad.
Decido hacerme profesor de español
Yo ya había estado estudiando un idioma extranjero en inmersión, es decir, yéndome al país durante un periodo más o menos largo y asistiendo a clases. Concretamente el agosto de 2011, a Regio de Calabria, en la punta de la bota de Italia (por cierto, a menos que seas una tía, es un destino muy poco recomendable).
De Erasmus en Grecia, durante las clases de griego moderno, me di cuenta de lo ameno que era ser profesor de idiomas. Quizá uno no se haga rico con ello, pero seguramente sea un trabajo con el que uno no quiere cortarse las venas cada día por la mañana.
Un día me decidí a buscar por internet ofertas de empleo en diversos centros de español en varias ciudades europeas. Me daba igual cuál fuera: de momento solo quería tantear las aguas. Escribí a una decena de ellos.
La mitad no se molestaron en responder, algo a lo que ya estaba acostumbrado tras infructuosas solicitudes en institutos en Sevilla. Entre las respuestas, recibí ánimos y felicitaciones por mi currículum, pero que sin formación específica ni experiencia no tenía ninguna posibilidad.
Me informé un poco por internet. Había cientos de cursos de formación de profesores de ELE. La mayoría apestaban a sacacuartos, a camelo, a timo.
Parecía que iba a tener que ir a lo grande.
Me animo a estudiar el máster de profesor de español
Desanimado pero no derrotado, me informé sobre el máster de profesor de español para extranjeros en Sevilla. Tenía tres opciones: presencial en la Universidad de Sevilla, presencial en la Universidad Pablo de Olavide, o semipresencial en la Olavide también.
Cuando llegó la hora de la preinscripción, elegí las tres, no muy convencido de que fuera a ser aceptado en ninguna. Al fin y al cabo, era un máster muy demandado y mi carrera de Filología Clásica no era la más idónea. Suponía que me pasarían por delante todos los filólogos hispánicos y aun ingleses, entre otros.
Salió la adjudicación: estaba aceptado en la Universidad de Sevilla.
Tras no pocas penalidades que detallaré más adelante, acabé el máster. Ahora tenía un papel que decía que soy profesor de español para extranjeros.
Entonces, ¿por qué Cracovia?
Por razones que contaré en otra ocasión, llevaba tiempo teniendo curiosidad por viajar a Polonia. Aprovechando que desde Tesalónica había vuelos baratos a Varsovia, durante mi Erasmus finalmente cumplí ese propósito. Desde Varsovia viajé, gracias a Polskibus, a Cracovia y otras ciudades.

Simplemente me encantó Cracovia. Entonces decidí que tenía que venirme, aunque fuera a probar una temporada. Y de esos vientos, estas tempestades.